En esencia, la trayectoria de Lagartija Nick se puede definir con aquel aforismo de Val del Omar: «El que ama, arde. Y el que arde, vuela a la velocidad de la luz». La banda de Antonio Arias ha desarrollado una carrera tan brillante como temeraria. Se han suicidado varias veces. Y siempre cuando les iba bien. Han abrazado los extremos con pasión. Han pisado el acelerador contra el muro para elevarse con el impacto. En1991, la formación, completada con Eric Jiménez a la batería y el guitarrista Juan Codorniú, planta las bases de su lenguaje en Hipnosis, uno de los discos de debut más excitantes del rock español. Tensión electrificada. Vicio y paranoia en la voz-proclama de Antonio Arias. Descargas de punk-rock artie, visionario y anfetamínico. Atmósferas futuristas. Flashes perturbadores.
En 1992 dan el salto de una discográfica independiente a una multinacional —vaivén habitual en su singladura— y lanzan Inercia, obra cumbre de los granadinos, ya con un sonido poderoso y un ramillete de clásicos inmediatos. En su miscelánea caben la obsesión por la astronáutica, la psicodelia ácida y el consumismo visto en collage, como en la Generación Beat. La sónica se oscurece en Su (1995). Persiguen a Enrique Morente por las calles del Sacromonte y el Albaicín. El resultado del encuentro trasciende al cantaor flamenco y a los rockeros: Omega (1996). Federico García Lorca y Leonard Cohen, hermanados por los más inquietos y resbaladizos de Granada. Se cerraba un círculo. Nacía algo nuevo. Un antes y un después.
Cuando todo el mundo está pendiente de Lagartija Nick, la banda se transforma, huye de la zona de confort y sale por la tangente con un álbum kamikaze: Val del Omar (1998). Arias, muy dado a entregarse a sus maestros hasta las últimas consecuencias, descubre en José Val del Omar —inventor, pionero tecnológico, cineasta y poeta— a su padre artístico. Y aplica a la música de Lagartija planteamientos rompedores: la diafonía, la mecánica mística. Rock industrial circunscrito a una espiritualidad repetitiva.
Unos Lagartija triunfales sacan El shock de Leia (2007), con la participación de Víctor Lapido (091) en las guitarras y aportaciones de Jesús Arias, el hermano mayor de Antonio. La racha sigue en Larga duración (2009) y Zona de conflicto (2011). Por el camino, vuelven a tocar Omega con Morente y disfrutan del reconocimiento de su valioso legado anterior. Incluso les solicitan para escenificar Val del Omar en el Museo Reina Sofía, donde al fin crítica y público entienden su propuesta avanzada: sonido diafónico, desbordamiento de las imágenes, noise rock y trance para invocar las ensoñaciones místicas y tecnológicas del autor de Fuego en Castilla.
En 2012 ocurre un giro: la formación original de Lagartija Nick rescata en directo Hipnosis, el disco que supuso el punto de partida de todo. Los integrantes suenan más proteicos y sabios que nunca. En la última década, la banda disfruta su bagaje, saca lustre a su discografía, recrea desde la madurez. Y vuelve a sorprender material nuevo en 2017. La muerte de Jesús Arias — hermano de Antonio, pionero del punk en Granada con TNT, estudioso lorquiano, confidente de Joe Strummer, ideólogo de la semilla conceptual de Omega y periodista cultural de radar fino— marcó el camino de Crimen, sabotaje y creación. Un álbum que confirma la naturaleza cambiante de Lagartija, ese bicho raro ya treintañero. Con la entrada del teclista J.J. Machuca en el plantel, la urgencia punk y los ambientes sombríos evolucionan en horizontal, al tiempo que incorporan trazas de rock andaluz, reivindican el flamenco y se reinventan en clave narrativa con La leyenda de los hermanos Quero, trepidante y cautivador relato sobre los maquis granadinos convertido en himno.
Las notas, versos, partituras y bosquejos que Jesús Arias dejó inacabados para su proyecto definitivo, Los cielos cabizbajos, constituyen la base sobre la que se cimenta el penúltimo gran reto de Lagartija Nick. Un volantazo que, por su envergadura, sólo resulta equiparable a Omega y Val del Omar. Pero que nadie se equivoque: estamos ante unos Lagartija que se lanzan al vacío sin mirar atrás. El recuento de episodios bélicos, o sea, la guerra como resumen del siglo XX, deviene aquí en planisferio del horror y en emocionante canto a la libertad. El disco preserva la intención orquestal con la que lo pensó Jesús, con la presencia del Coro y el Quinteto de la Universidad de Granada, y la estrecha colaboración del pianista David Montañés. Y como el mundo no se para a Antonio Arias el tiempo de pandemia dio el impulso para terminar el trabajo sobre la obra poética de Luis Buñuel que ya en 2017 Lagartija Nick había preestrenado en el festival de Albacete Abycine. Un siglo separa la poesía que Luis Buñuel desarrolló en los años veinte antes de iniciarse como director de cine. Se termina así una trilogía que empezara con Lorca en Omega y Val del Omar, un camino que no sabemos hacia dónde llevará a Lagartija Nick.